Soy fan de Woody Allen, no es nada nuevo. Estos días una carta de su hija Dylan Farrow oscurece la imagen de Woody Allen y la gente ya ha hablado sobre ella. Uno de lo que ha hablado sobre la carta es el acusado, que ha dicho que las palabras de su hija son «falsas y avergonzantes». Desde que esta noticia salió he estado pensando al respecto y he decidido escribir mi opinión al respecto. 

Para empezar creo que hay que tomar la carta de Dylan Farrow de una manera seria. Dudo que sean unas acusaciones falsas, ya que no creo que a Dylan Farrow le apetezca meterse en esta controversia. En esta carta veo ganas de desahogarse después de tantos años, en un momento en el que ella se siente segura para poder hablar sobre lo que vivió con siete años.

Esta situación me hace pensar en la separación de la persona y el autor, en lo negro que puede ser su pasado y la calidad de su obra insuperable. Woody Allen no es el primer director de cine que haya estado en el punto de mira por escándalos sexuales, también lo fue Roman Polanski. En los dos casos la crítica y los colegas han apoyado a los acusados, dejando a las víctimas como mentirosas. Insisto en lo primero que he dicho, soy fan de Woody Allen, me gustan sus películas y me seguirán gustando, pero no olvidemos la realidad. Su hija le ha acusado de algo que él hizo y que ha querido esconder durante años. Me gustaría que Woody Allen fuese capaz de admitir el daño creado a su hija y por lo menos fuese capaz de pedir perdón a su hija. Algo tan sencillo parece imposible para el director neoyorquino.

¿Seguiré viendo películas de Woody Allen? Por supuesto, a pesar de que Dylan Farrow vea un ataque cada vez que su padre estrena una película o le nominan para un premio. Insisto en esa separación de persona y autor. Ahora mismo Woody Allen persona ha perdido muchos puntos para mi, el autor en cambio, seguirá siendo el mismo que idolatro.