El viernes pasado hacía mucho calor en Madrid, tanto que podría ser uno de esos días que refleja Jonás Trueba en su película «La Virgen de Agosto». A pesar de ser junio, llevábamos unos días de una de calor insoportable. Esa mañana me refugié del calor en la piscina del barrio, pero por la tarde tuve un plan igual de refrescante. Fui al cine a ver la última película de Jonás Trueba. Las películas de este director siempre me dejan una sensación de una felicidad extraña. Me resulta difícil de explicarlo, pero es una sensación de satisfacción y alegría que solamente la siento tras ver las historias que Jonás Trueba plasma sobre la pantalla de cine.
Tengo que admitir que me he enterado tarde de el estreno de esta película, pero ha sido una de las mejores sorpresas que me ha podido dar el cine. Al llegar al cine Golem de Madrid sabía que iba a disfrutar mucho de la única hora que dura la película. Teniendo en cuenta la duración de las anteriores películas de Jonás Trueba (dos horas «La Virgen de Agosto» y casi 4 horas «Quién lo impide», se agradece que esta vez sea corta. Hay que destacar que una de las cosas que más me ha llamado la atención de la película ha sido el tráiler. Realizado por Miguel A. Trudu, en el tráiler no vemos imágenes de la película, pero nos invita a verla con mucha fuerza. Si todavía no lo habéis visto, os lo dejo aquí.
Tras ver el tráiler no tuve duda en que «Tenía que ir a verla» y así lo hice. La película nos cuenta la historia de cuatro amigos. Dos de ellos viven en el centro de Madrid y los otros dos se han mudado al campo. Se reencuentran tras el confinamiento en un bar. Parece que sus vidas han cambiado y puede que cambien más.
Jonás Trueba quiere acercarnos su visión de lo que ha supuesto la pandemia en las relaciones humanas. Los cambios en el entorno de las amistades es algo que creo que nos ha pasado a todos en diferentes puntos de la vida, pero la pandemia ha acelerado que muchas personas miren más por prioridades y dejen de un lado ciertas amistades.
En «Tenéis que venir a verla» se hace un intento por retomar esa amistad, a pesar de las diferencias que se han creado debido al tiempo. La película nos deja con la incertidumbre de que pasará entre ellos, esa incertidumbre a la que nos hemos acostumbrado la generación nacida en la década de los 80. La película es un ejercicio bello de intentar que el mundo pueda ser un lugar más amable dentro de la vorágine en la que vivimos. Por otro lado, la película quiere reivindicar que el cine se vea en una sala de cine y no en casa. En definitiva, quiere sacarnos a la calle y olvidar lo que ha supuesto la pandemia.
Tras ver la película me dirigí a Lavapiés a celebrar la vida con mis amigos y con esa sensación de felicidad que he mencionado al principio del texto. La pandemia nos habrá quitado muchas cosas, pero por suerte esos pequeños placeres de la vida se mantienen.