Crítica: The face of love

«Tienes que ser tonta para no darte cuenta de lo expuesta que estás actuando”, decía Annette Bening hace dos días en San Sebastián.

El sonido ampliado de una mano que roza un fular color burdeos, un vaso que se rompe, unos pies descalzos que bajan una escalera enmoquetada. “The Face of Love”  de Arien Posin comienza con una descripción austera (a veces menos es más) y delicada de ese vacío reposado. Un retrato silencioso, detallista como cuando Mrs Danvers le enseña a Joan Fontaine la habitación de la fallecida y primera señora De Winter en Rebecca [Alfred Hitchcock, 1940]. Llama la atención cómo estos detalles descriptivos pueden llegar a convertirse ocasionalmente en inesperados elementos expresivos tales como  el sonido que hace la cuerdecita con borla que enciende una lámpara de mesa. Suena el teléfono en la oscuridad, y antes de contestar, Bening enciende la lámpara y es ese sonido de la cuerda oscilando, nítido al principio de la conversación telefónica pero que se atenúa poco a poco, el que sirve de válido elemento expresivo.

Annette Bening [Bugsy, American Beauty] y Ed Harris [El Show de Truman, Copying Beethoven] son dos grandes alicientes de la cinta; ya que un buen mensaje, en este caso un guion, con una transmisión pobre no tiene el mismo efecto e incluso desfigura el mensaje.

facelove

Un guion bastante sólido, construido piedra sobre piedra, pulidas individualmente con esmero; unos actores que incluso solos delante de un fondo blanco, llenarían la pantalla; un final bien encajado hacen de “The Face of Love” una película recomendable sobre el apego, la devoción, la pérdida, la obsesión, la vejez (esta última una temible desconocida para algunos).

La Reportera Subcontratada.

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