Cuando una va a ver una película premiada en Cannes, va con cierta tranquilidad. La tranquilidad de saber que, me guste o no, será una buena película (aunque todos sabemos que hay excepciones). En este caso, no sólo se cumplieron mis expectativas, sino que además las superaron con creces. Decir que esta cinta es compleja puede sonar a tópico, pero no hay otro modo de explicarlo. En principio, la película trata de la relación entre un padre y una hija que viven sus vidas de maneras muy diferentes. Mientras que el padre, Winfried Conradi (Peter Simonischek), vive una vida bastante relajada y concentrado en la importancia de las cosas pequeñas, su hija Ines (Sandra Hüller) se encuentra atrapada una existencia estresante, ocupada con la idea del éxito, intentando destacar como empresaria en un área laboral altamente competitiva. No es hasta que el padre reaparece en la vida de Ines que ésta no se comienza a cuestionar su escala de valores.
Tomando esta historia como base e inicio, la de la relación padre-hija, se empiezan a desplegar diferentes lecturas frente al espectador, sin forzarlas en lo más mínimo. Por un lado, tenemos la historia de Winfried, el cual nos hace reflexionar sobre la importancia de cuidar las relaciones con los demás antes de la llegada de la muerte, sin importar lo más mínimo lo torpe que sea uno en las interacciones sociales. Para mi, él representa la encarnación del lado más emocional de la vida, sin tener mayor preocupación que llevar una vida sencilla que le permita ignorar las tristezas ligadas a la existencia humana.
Por otro lado, vemos la historia de la hija, Ines. Por contrapartida, ella representaría una vertiente más racional, preocupada por el futuro, la carrera, el dinero. Para ella el bienestar se encuentra en no tener preocupaciones de cariz económico, y en ser reconocida profesionalmente. Lo más importante para ella es contar con el respeto de los demás. El problema al que Ines se enfrenta es precisamente conseguir ese respeto en un contexto laboral que, además de ser despiadadamente competitivo, es tremendamente machista. Por todo ello, vemos cómo Ines se encuentra en una situación límite de estrés y cansancio, y a pesar de eso, sigue luchando sin cesar.
Este filme consigue que nos veamos reflejados en ambos personajes, y sin forzar la situación como sucede con muchas grandes producciones hollywoodienses, nos invita a reflexionar sobre las diferencias económicas en la sociedad actual, sobre la norma no escrita de despojarse de las emociones en el ámbito laboral, ni tampoco mostrar el sufrimiento que causan las circunstancias de la vida, sobre los límites del “vive y deja vivir”, … Y también, sobre todo, nos hace reflexionar sobre nuestra propia existencia a través de Ines, recordándonos que gran parte de la búsqueda de la felicidad pasa por mantener una actitud determinada ante la vida, una actitud que sostenga ciertos límites que nos permitan conservar una buena parte de nuestra libertad personal frente a las imposiciones sociales y profesionales.
Es una película divertida y profunda, binomio difícil de encontrar bien avenido, pero que Maren Ade equilibra como sin esfuerzo, a la vez que deja crecer las ramificaciones de su historia base, haciéndonos navegar por ellas de manera natural. No hay un segundo del filme que se haga pesado, más bien al contrario: la película se hace corta. Totalmente recomendable.
Una colaboración de Eva Luna
[…] Toni Erdmaan Viene ya con premio debajo del brazo, es la película ganadora del FIPRESCI y su directora Maren Ade es la primera mujer directora en recibirlo (ya era hora). La película cuenta la historia de Ines que trabaja en una importante empresa alemana con sede en Bucarest. Tiene una vida perfectamente ordenada hasta que Winfried, su padre, llega de improviso y le hace una pregunta inesperada: “¿Eres feliz?”. […]